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GUIA DE CUBA POR ESPECIALIDADES

En la identidad ambiental de la isla se destaca de modo muy especial su arquitectura, sobre todo aquella que define los espacios historicos de las ciudades coloniales. El modelo hispanico, procedente de la arquitectura popular del sur de España, adquirió desde muy temprano fuertes caracteres de adaptabilidad climática para satisfacer los requerimientos de un modo de vivir en condiciones tropicales. Se trata de una arquitectura de amplios ventanales y balcones, que hicieron la casa comunicativa y abierta. El empleo de elementos tamizadores de la luz le darían a la casa un tono muy peculiar a través de sus rejas y vitrales de medio punto coloreados. Amplios soportales en las plazas y principales avenidas, harían al gran escritor Alejo Carpentier llamar a  La Habana "la ciudad de las columnas". El ritmo de las fachadas, con sus tejas rojas y las maderas torneadas en los balaustres de los balcones, crean juegos de contrastes entre textura y color.

Durante el siglo XIX el neoclásico dará un toque de distinción a la arquitectura de la burguesía criolla. El Palacio de Aldama, o la Calzada del Cerro en La Habana, dan muestras del alto nivel artístico que alcanzaron estas construcciones.

A lo largo del siglo XX no cesaron de intervenir en el espacio urbano diversas influencias arquitectónicas. El art nouveau, traído por los maestros catalanes; el eclecticismo que se impone y se generaliza; los neo históricismos; y el art deco, que inaugura al movimiento moderno de corte racionalista, hacen de nuestras ciudades, y especialmente de La Habana, espacios de alto valor patrimonial por la convivencia de múltiples estilos que participan en el deleite visual urbano. Especial interés ofrece al visitante el sistema de fortalezas militares de la ciudad, y en general todo el conjunto del país. En la capital se encuentra la fortaleza de La Cabaña, la más grande de América; y el Castillo de la Real Fuerza, el primer castillo abaluartado del continente. Se pueden visitar también el Castillo de los Tres Reyes del Morro y el Castillo de La Punta (ambos en La Habana), el Castillo de Jagua (en Cienfuegos), San Pedro de la Roca (en Santiago de Cuba) y el Fuerte de Matachín (en Baracoa). Cuba cuenta además con dos ciudades que por el alto valor arquitectónico de conservación fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad: La Habana Vieja y Trinidad.

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En la conformación de la nación cubana se funden tres raíces principales que fueron incorporándose lentamente en la integración de la sociedad étnica. La primera de esas raíces es la de los pobladores aborígenes, cuyo legado étnico se vio reducido por el impacto que significó el proceso de conquista y colonización. Por esta razón, las dos raíces de mayor significación en el etnos cubano son la española y la africana. La primera, fue el resultado de una migración proveniente de la metrópoli que, con momentos de mayor o menor intensidad, se ha mantenido a lo largo de toda nuestra historia. En los primeros siglos de la conquista predominaron los grupos provenientes del reino de Castilla, sobre todo del sur de España. A ella se sumaron otras muy importantes procedentes de las Islas Canarias, Galicia y Cataluña.

La raíz africana deja una huella muy particular al proceso formativo de la cultura cubana. Procedentes de diferentes etnias (yorubas, mandingas, congos, carabalíes, bantú), como esclavos fueron mezclados en las plantaciones provocando nuevas asociaciones culturales entre las propias comunidades africanas. Desde las propias plantaciones, antes de la abolición de la esclavitud, comienza el proceso de sincretismo entre la cultura de los esclavos y la de los amos, dando lugar a una cultura totalmente nueva y diferente a la de sus raíces originales. En la definición actual de la cultura cubana, estas tres raíces conforman la base de las tradiciones, la cultura y la religiosidad popular.

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La música es, sin duda alguna, la que más ha influido en la personalidad del cubano. Se dice que en la isla se habla cantando, se baila al caminar y se enamora con la letra de una canción. Es la música la que ha desarrollado el proceso evolutivo con más rapidez y fortaleza. La Habanera, género musical nacido de la danza criolla y la contradanza, influyó en el Surgimiento del tango argentino y otros aires sudamericanos. Investigaciones recientes afirman que en las contradanzas del famoso compositor cubano Manuel Saumell (llamado El nacionalista) se encontraba ya el tiempo de habaneras; en La Tedesco, por ejemplo, la primera parte es prácticamente la forma que tendría después el Danzon (que tuvo a Barbarito Diez como principal exponente); el Danzon y la Guajira (género campesino) quedaron esbozadas en muchas de sus composiciones.

El Son y el Bolero llegaron a La Habana desde las provincias orientales, específicamente de Santiago de Cuba. El bolero apareció a principios del Siglo XIX con los grandes compositores Alberto Villalón y Sindo Garay, con gran influencia de Pepe Sánchez (que escribió el primero Tristezas en 1883). Aunque las principales canciones de la Vieja Trova eran boleros, se destacaron como compositores Orlando de la Rosa e Isolina Carrillo, quien dejara uno de los legados más sublimes de todos los tiempos con el bolero Dos gardenias. Desde la segunda mitad del siglo XIX se tienen noticias de la existencia del son montuno. En 1920 el Sexteto Habanero hace su aparición en los salones de baile de alta sociedad en la capital. El trío Matamoros (oir Homenaje a sus canciones ), comienza su larga e importante carrera en el año 1925 en Santiago de Cuba. El trío deja varias de las canciones clásicas cubanas como: Son de la loma, Mariposita de primavera y Lagrimas negras. Poco después llega la primera época de oro del son, y surgen decenas dúos (como el de Los Compadres integrado por Compay Segundo (Biografía), de sextetos y septetos, algunos de los cuales empiezan a grabar para grandes disqueras norteamericanas. A los primeros exponentes del son le sucedieron Arsenio Rodríguez, Miguelito Cuni, Félix Chapotín y Roberto Faz, mientras Arcaño y sus Maravillas, La Sensación, y otras orquestas danzoneras y charangueras amenizaban los principales bailables capitalinos de esta primera época que abarca los años 40 y 50. En 1950 Enrique Jorrín con la Orquesta Aragón da a conocer La engañadora, primer cha cha cha. Pérez Prado realiza en 1952 su primer mambo. El segundo esplendor del son ocurre en la década del 50 con la aparición de un hombre autodidacta procedente de Cienfuegos, Benny Moré, quien años más tarde se ganaría el título de "El bárbaro del ritmo". Este compositor y cantante revitaliza la forma tradicional al llevar el son montuno a un concepto de jazz band. Benny More es el músico cubano que más ha influido en el proceso evolutivo de la música cubana y caribeña (en el 2006 comenzó a proyectarse una película cubana que muestra aspectos fundamentales de su vida). No debemos tampoco olvidar la famosa y tradicional orquesta Aragón, con sus cha cha chá que se ha mantenido a lo largo de los años brindando música autóctona de gran calidad, y la de Elio Revé, que ha sido una escuela de nuestros mejores músicos contemporáneos.

Ritmos como el Mozambique (de Pello el Afrocan) o el Pilon (de Pacho Alonso) han sido ritmos que tuvieron gran popularidad en una época y sirvieron para amenizar bailes populares, fiestas privadas o públicas, pero que no se han mantenido a lo largo del tiempo.

En los años 60 comenzó el movimiento de la Nueva Trova, que se ha mantenido hasta la actualidad teniendo dentro de sus principales exponentes a Silvio Rodríguez (Biografía), Pablito Milanés y Sara González, fundamentalmente con canciones de carácter poético y/o político. Durante los primeros años de la Revolución fue la época de auge de Carlos Puebla, un trovador de canciones de gran contenido revolucionario. En 1970 surge la orquesta de música popular bailable Van Van, con una sonoridad muy típica y moderna. Más tarde, el son le brinda su estructura a la salsa, que incorpora además ritmos caribeños y sonoridades de la música proveniente de las comunidades cubanas, dominicanas y puertoriqueñas en Nueva York. La Salsa cubana, muy conocida hoy en día en casi todos los países del mundo, tiene su crecimiento y esplendor a finales de los 80 y principios de los 90 con la madurez de orquestas como Van Van, NG La Banda, y el surgimiento de otras orquestas como Paulo FG y su élite, Isaac Delgado, La Charanga Habanera, Adalberto Alvarez y su Son (Biografia) , Pachito Alonso y sus Kini Kini, Manolito y su Trabuco, entre otros, y que se mantienen con pleno éxito musical hasta nuestros días. A comienzo del Siglo XXI., hubo una retoma del son y las canciones guajiras, por un artista de corta trayectoria, pero muy exitosa y que le dió gran popularidad; este fué Polo Montañez, un guajiro pinareño que aportó una bella sonoridad a sus canciones. A partir de la primera década del 2000, hay un fuerte movimiento de artistas trabajando en la línea del Regueton o Timba, de gran aceptación dentro de la juventud, como han sido los grupos SBS, Orisha; y más recientemente (2002 a 2008) El Clan, Clan 537, EddyK, Cubanito 2002, Acento Latino y Gente de Zona han brillado entre otros muchos. De generos varios, en el período 2005-2008 se han destacado algunos cantantes como Gardi, dúos como el de Bonny y Kelly y grupos como el de David Blanco, y desde el 2006 la conga Santiaguera de la Orquesta Sur Caribe que ha hecho renacer el deseo popular de conguear, teniendo un tremendo éxito, o la mezcla de Salsa con Regueton, que está muy de moda como la interpretada por La Charanga Habanera y EddyK.

Entre otras figuras de la cancionistica de todos los tiempos, que han servido para darle el gran esplendor que ha tenido y tiene nuestra música, tenemos a algunos fallecidos, como: Bola de Nieve, Vicentico Valdés y Elena Burke; y otros que aún perduran para nuestro deleite como: Omara Portuondo, Amaury Pérez (también compositor), Beatriz Marques (la musicalísima), Alfredito Rodriguez y otros muchos mas.

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PINTURA Y ARTES PLASTICAS

La pintura es la más genuina de las expresiones plásticas del país. Su evolución no pudo seguir un proceso de desarrollo coherente porque sus primeras expresiones, realizadas por los aborígenes en las cavernas, quedaron interrumpidas con la desaparición de estas poblaciones. Con la conquista y evangelización predominó una pintura de corte religioso asociada a la liturgia católica. No será hasta el siglo XIX, con la fundación de la Academia de San Alejandro (1818), que se comienza a gestar en el país una pintura hecha por criollos, orientada a satisfacer el gusto europeo de la burguesía cubana. La Academia fue creada por la Asociación Económica de Amigos del País, y su primer director fue el pintor de origen francés Jean Bautiste Vermay. Hacia la década del 80 se produce una nueva tendencia de orientación en la pintura cubana, que tuvo como tema principal el paisaje. Las figuras más importantes son Esteban Chartrand y Valentín Sanz Carta. Una pintura de corte costumbrista tendrá sus más interesantes expresiones en la obra del vasco Victor Patricio de Landaluze. Pero el academicismo seguía reinando en el ambiente plástico. La reacción vanguardista de los años 20 (siglo XX), inauguró un nuevo momento en la pintura cubana. El movimiento moderno tuvo su primera y más importante exposición en 1927, auspiciada por la Revista de Avance. Iniciadores de la vanguardia cubana fueron Eduardo Abela, Víctor Manuel, Antonio Gattorno y Carlos Enríquez, entre otros. Los años que siguieron fueron de consolidación del movimiento moderno, lo que se manifestó en la celebración del Primer Salón de Arte Moderno en 1937. Artistas jóvenes entonces indicaban ya un nuevo momento en al arte cubano que se concretaría con la llamada Escuela de La Habana en la década del 40. Figuras como René Portocarrero, Amelia Pélaez y Mariano Rodríguez forman parte de este movimiento. En 1942 regresa a Cuba Wifredo Lam, después de una larga estancia en Europa y una experiencia de taller con Pablo Picasso. En 1943 Lam realiza la obra que lo ha inmortalizado "La jungla", que fue adquirida por el MOMA de Nueva York. Con el triunfo de la revolución, el movimiento plástico se fortalece a partir de la creación en 1962 de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENA). Figuras muy importantes como Raúl Martínez y Antonia Eiriz, integraron el claustro de profesores. Unos años más tarde, en 1976, se funda la Facultad de Artes Plásticas del Instituto Superior de Arte (ISA). Obras de artistas como Roberto Fabelo, Zaida del Río, Tomás Sánchez, Manuel Mendive y Nelsón Domínguez, conforman el patrimonio más importante de las últimas décadas. Hay que añadir nombres de artistas jóvenes como José Bedia, Kcho y Flavio Garciandía que han ocupado un lugar privilegiado al frente de los nuevos caminos de la plástica. La pintura cubana durante los últimos 30 años ha mostrado gran capacidad para asumir las influencias más importantes del arte internacional con sentido propio y creativo, asumiendo al mismo tiempo, una postura crítica en sus temas, para continuar definiendo así los rasgos de la identidad cubana.

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Puede decirse que Cuba es una isla que no ha cesado de concebir poetas. La primera obra versificada, Espejo de paciencia, data del año 1608 y se escribió en la villa de Puerto Príncipe por el canario Silvestre de Balboa.

En la primera mitad del siglo XVIII, hacia 1733, apareció la primera obra teatral de autor cubano que se tiene noticia: El princípe Jardinero y Fingido Cloridano, del capitán habanero Don Santiago de Pita. En 1790 con la aparición del Papel Periódico de La Habana, la burguesía criolla logra un espacio importante. Manuel de Zequeiro (1760-1846) y Manuel Justo Ruvalcaba (1769-1805), se consideran los poetas más representativos de este siglo XVIII. En ambos poetas el sentido de lo cubano va emergiendo lentamente con el amor y deleite por las riquezas del suelo, dedicando sus versos a exaltar la piña, el mamey y otras frutas tropicales. Es en el siglo XIX cuando nacen los grandes poetas y comienza a consolidarse así la tradición en la poesía cubana. Versos tan hondos y hermosos como los de Julián del Casal, Plácido, El Cucalambé, Juan Clemente Zenea, Gertrudis Gómez de Avellaneda , Juana Borrero, José Jacinto Milanés, Luisa Pérez de Zambrana, José María Heredia y José Martí, dejan la huella de una lírica exquisita que, aunque romántica, supo en algunos casos, sobrepasar los límites del sentimiento para ofrecer versos de absoluto comprometimiento. En el siglo XIX se escribe la primera gran novela, Cecilia Valdes, por Cirilo Villaverde, que constituye uno de los legados más vitales. Otras novelistas importantes que aparecen son Ramón Meza y Gertrudis Gómez de Avellaneda. La poesía del siglo XX, inquietante por su diversidad de estilos como el siglo mismo, se crece con los nombres de José Zacarías Tallet, Regino Pedroso, Emilio Ballagas, Regino Botti, Nicolás Guillen, Carilda Oliver, Heberto Padilla, Virgilio Piñera, José Lezama Lima, Roberto Fernández Retamar, Gastón Baquero, Nancy Morejón, Antón Arrufat, Eliseo Diego (premio Juan Rulfo al conjunto de su obra), Cintio Vitier, Fina García Marrúz, Mirta Aguirre, Pablo Armando Férnandez, Guillermo Rodríguez Rivera, Angel Augier, y Dulce María Loynaz (premio Cervantes de la Academia). La novela tuvo un desarrollo acelerado durante el siglo XX con escritores que empiezan rápidamente a obtener importantes reconocimientos internacionales. Así, la biblioteca de novela en este siglo aumenta su colección con las obras de Miguel de Carrión, José Soler Puig, Dulce María Loynaz, Severo Sarduy, Miguel Barnet, Leonardo Padura, Senel Paz, Pablo Armando Férnandez, Luis Rogelio Nogueras, Guillermo Cabrera Infante, Virgilio Piñera, Reinaldo Arenas, Jesús Díaz, José Lezama Lima, Abilio Estévez, y Alejo Carpentier (premio Cervantes de la Academia). En la actualidad la narrativa es uno de los géneros que con más seguridad se ha desarrollado en los jóvenes escritores, nombres como Alberto Garrido y Ronaldo Menéndez (ambos premio Casa de las Américas), dan fe de la elocuente vitalidad en la literatura cubana.

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Si bien es cierto que la primera cinta filmada en Cuba, Simulacro de un incendio, data de 1897, y que durante el período republicano se rodaron más de ochenta largometrajes de ficción, no es hasta el triunfo de la revolución que se sientan las bases para una industria cinematográfica que apoya el desarrollo del cine nacional. La fundación en 1959 del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), significó un cambio fundamental para los creadores de la imagen en movimiento. En 1960 se fundó la revista Cine cubano, auspiciada por el ICAIC, que desarrolló una labor vital en la divulgación de la actividad teórica y creativa. Ese mismo año, Tomás Gutiérrez Alea estrena Historias de la Revolución, primer filme de ficción. Julio García Espinosa, también en 1960, estrena Cuba Baila. En esta primera etapa, llamada por la crítica "la década de oro del cine cubano", las películas más importantes que se estrenan son: La muerte de un burócrata (1966) y Memorias del subdesarrollo (1968), de Tomás Gutiérrez Alea; Lucía (1968), de Humberto Solás; y La primera carga al machete (1969), de Manuel Octavio Gómez. La labor excepcional de Santiago Alvarez como documentalista, reveló su peculiar virtuosismo a través de casi cuarenta años de trabajo ininterrumpido, con estrenos tan importantes como Ciclón (1963), Now, LBJ, Hanoi, Martes 13 (1967) y 79 primaveras (1969). En los años setenta se filman La última cena (1976) y Los sobrevivientes (1978), de Tomás Gutiérrez Alea; Ustedes tienen la palabra (1973), de Manuel Octavio Gómez; El hombre de Maisinicú (1973), de Manuel Pérez; De cierta manera (1974), de Sara Gómez; El Brigadista (1976), de Octavio Córtazar; Retrato de Teresa (1979), de Pastor Vega y Un día de noviembre (1972), de Humberto Solás. Los años ochenta fueron de replanteamiento. La voluntad reflexiva y problematizadora en estrecha articulación con la sociedad, fue un síntoma común a todas las artes. De esta década son grandes películas como Papeles secundarios (1989) y Clandestinos (1987), de Orlando Rojas; La bella del Alhambra (1989), de Enrique Pineda Barnet; Cecilia (1981) y Un hombre de éxito (1985), de Humberto Solás; Una novia para David (1987), de Fernando Pérez; y Plaff (1989) de Juan Carlos Tabío. Se estrena también, con sonante éxito, el largometaje de dibujos animados Vampiros en La Habana (1985), dirigido por Juan Padrón. En el panorama de la cinematografía de los noventa, merecen mencionarse películas como Hello, Hemingway (1990), de Fernando Pérez; María Antonia (1990), de Sergio Giral; El siglo de las luces (1992), de Humberto Solás; Adorables mentiras (1991), de Gerardo Chijona, Fresa y chocolate (1993), de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, siendo este último uno de los filmes de más éxito de la cinematografía cubana, nominada al premio Oscar como mejor película extranjera.; Viva Cuba (2004), de Juan Carlos Cremata, se considera el primer largometraje de ficción realizado por niños en papeles protagónicos. Miel par Oshun y Barrio Cuba han sido los filmes más recientes del destacado cineasta, Humberto Solás. El Benny (2006) que cuenta sucesos de la vida del famoso cantante Benny Moré, Opera Prima del Director, Jorge Luis Sanchez y Páginas del Diario de Mauricio (2006), de Manuel Pérez, ha sido expuestos recientemente en nuestra salas de cine con gran éxito de público. La mayoria de las peliculas antes mencionadas han sido acreedoras de importantes premios obtenidos en los Festivales Internacionales de Cine y han recibido también, numerosos premios nacionales.

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Cuba se ha visto magníficamente reflejada en la fotografía. El 5 de abril de 1840 El Noticioso y Lucero, diario habanero, da a conocer la introducción en la isla del primer aparato fotográfico, llegado el mes anterior, el cual durante su travesía se había estropeado. El protagonista de la novedad, Pedro Téllez de Girón, tomó la primera foto de la que tengamos referencias escritas desde un balcón de la fachada principal del Palacio de los Capitanes Generales. Tal parece que esta fotografía se perdió, o el tiempo fatalmente la deshizo. En el período inicial de la Guerra de Independencia, se pueden significar las aportaciones que hace el fotógrafo José Goméz de la Carrera, cuyo fotorreportaje de la guerra ofrece los cimientos al fotoperiodismo contemporáneo, sentando pautas aún poco superadas. En 1882 se funda la primera publicación especializada: Boletín Fotográfico. En 1887 sale a la luz el libro publicado en la imprenta habanera de Soler Alvarez, La fotografía al alcance de todos. El período que abarca desde principios de siglo hasta los años treinta, está reflejado por autores de la trascendencia de Generoso Funcasta, López Ortiz, Martínez Hilla, Ernesto Ocaña, entre otros. Es un período en el que la imagen adquiere gran importancia a través de las diferentes publicaciones periódicas. Mención aparte requiere la obra de Joaquín Blez, fotógrafo de la alta burguesía, de un gusto exquisito en el tratamiento del desnudo y el retrato. En los años que preceden a la revolución, las cámaras de Constantino Arias, Moisés Hernández, los archivos del Diario de Cuba en Santiago, los fondos de la Revista Bohemia o el Diario de la Marina, de La Habana, nos dan una visión completa del agitado proceso social que vivía la isla. Llega la revolución y, de su mano, otro grupo de fotógrafos realiza las imágenes que figuran entre las más difundidas de la historia. Fotógrafos como Alberto Díaz "Korda", Raúl Corrales, Osvaldo Salas (que cubre la visita de Fidel a Nueva York en 1955) y Ernesto Fernández se encuentran entre los más reconocidos de estas décadas. Del período posterior a la revolución, nos llega una visión reflejada en la obra de autores como "Marucha", "Mayito" y Roberto Salas. La "Primera Muestra de la Cultura Cubana" realizada en 1966 con el auspicio de la Casa de las Américas, integra la fotografía al concierto de todas las artes. La "Primera muestra de fotografía cubana" se presenta en 1976 en México, siendo tan bien acogida que al año siguiente se reorganiza la exposición "Historia de la fotografía cubana" en la propia ciudad. En el último período, los autores están realizando una labor a partir del ensayo fotográfico o puesta en escena, y se destacan por la belleza y el contenido de sus composiciones: Marta María Pérez, René Peña, Abigail González, Julio Larramendi y Cirenaica Moreira, entre otros. Muchos de los trabajos actuales tienden más a la ilustración que a lo documental; otros, alternan entre lo poético y lo irónico.

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En los momentos en que el gran almirante genovés Cristóbal Colón avisora "la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto", la población de Cuba estaba conformada por comunidades indígenas preagroalfareras y agroalfareras. Las primeras desarrollaron una cultura lítica: usando la concha y el caracol crearon varios elementos como cuchillos, vasijas, gubias, collares, incluso la vestimenta se conformó con piezas trabajadas en estos materiales, tanto las prendas de uso práctico como ceremonial. Los agroalfareros trabajaron además la cerámica que, por la gran cantidad de fragmentos y piezas encontradas, puede ser considerado como un oficio significativo en la vida económica y cultural de estos grupos. También fueron trabajados por ellos la madera y la cestería. La madera se empleo tanto en la construcción de bohíos y caneyes, como en las canoas que usaban en la navegación. La alta capacidad para la talla de la madera se evidencia en los cemíes, los dujos y los tambores llamados atabales o mayohuacán. Mientras que la artesanía tradicional de la mayoría de los países centro y sudamericanos conserva la huella de los primeros habitantes, en el caso de Cuba resulta difícil establecer los posibles nexos entre las piezas que conforman la tradición artesanal vigente y la manufactura indígena. Este legado histórico se conoce por las crónicas dejadas en las etapas de la conquista, y el trabajo de arqueólogos y antropólogos.

La cultura africana aportó un sin número de elementos a la artesanía popular. Los trabajos con semillas y en cerámica se consideran los más importantes. Esta fue una artesanía que para conservar sus elementos originales de culto o de utilidad práctica, tuvo que encontrar en el medio tropical y nuevo, una adaptabilidad a los nuevos materiales y texturas que aseguraran la permanencia y continuidad de sus tradiciones.

Hoy en día, la mayor parte de los creadores que asumen la artesanía (bien como una forma de expresión artística, otros con el fin de vender souvenir a los turistas), son estudiantes y egresados de las escuelas de arte, o personas con ciertos conocimientos de diseño o dibujo. La actividad artesanal contemporánea ha desarrollado diversas piezas de uso práctico, en relación ya con una industria que la provee de materias primas. Aunque sigue teniendo en algunos casos específicos un fin estético y decorativo, son contadas los verdaderos artistas en esta esfera. Julio César Garrido y Carlos Espinosa, se han destacado con el trabajo en cuero y cedro específicamente para el tabaco. Sus trabajos fueron sometidos a subasta durante el Congreso Habanos en los umbrales del 2000. Digna mención para el artista y ceramista Alfredo Sosabravo quien recibiera en 1998 el Premio Nacional de Artes Plásticas al conjunto de su obra, en la cual la cerámica ocupa un lugar privilegiado.

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FILATELIA

Los sellos de las Antillas fueron comunes para Cuba y Puerto Rico hasta 1876, pero desde junio de 1873, con motivo del contrabando de monedas entre Cuba y Puerto Rico, en esta última colonia se resellaron los sellos con unas rúbricas. En 1877 cada colonia tuvo sellos propios por haber ingresado en la Unión General de Correos, hoy Unión Postal Internacional. En 1860 se imprimen por primera vez en Cuba sellos litografiados, el primero con la imagen de Isabel II; el segundo, con el correo oficial español. Estos sellos circularon en la isla conjuntamente con los impresos en España. Aparece, en 1877, con la imagen de Alfonso XII, un sello impreso que sustituye el título de "Ultramar", por el nombre de "Cuba". En 1890, con la imagen de Alfonso XIII, aparece el primer timbre postal con el nombre de "Isla de Cuba".

Durante la guerra de los diez años los mambises crearon su propio correo y realizaron dos impresiones, ambas con el escudo de la república. Con la intervención de los Estados Unidos, los sellos fueron sobrecargados en tiras horizontales de cinco y se realizaron en cinco tiradas distintas. Poco después, una serie general con símbolos y paisajes de la isla se imprime en 1899. Durante la república noecolonial se imprimieron gran cantidad de sellos que participaban de homenajes a grandes personalidades de la cultura, la guerra independentista contra España, así como otros que celebraban importantes acontecimientos políticos y sociales. En 1930, con la inauguración de las líneas aéreas nacionales se imprime un sello por valor de 10c. El 28 de enero de 1959, se imprime un sello en filigrana D. Dentado, que celebra el triunfo de la revolución. En 1960 se lanza la serie con la sobrecarga "Centenario del sello", que se vende por el precio de dos reales. En los años posteriores, se imprimen series importantes; 1967, con una tirada de 125 000, cinco cuadros del Museo Nacional en filigrana F. Dentado; 1973, en Dentado 12, una serie sobre la cartografía colonial cubana; 1975, en Dentado 12 con una tirada de 786 000, seis sellos postales con la primera serie de las aves endémicas; 1976, con una tirada de 886 000, la segunda serie de aves endémicas; 1976, tamaño 89 por 99mm en Dentado 13, un sello homenaje a la V Exposición Filatélica Nacional; 1978, en Dentado 12 con una tirada de 666 000, sellos con las flores del Jardín Botánico Nacional; ese mismo año, en Dentado 12 con una tirada de 635 000, la serie Pintores Cubanos dedica sus estampillas postales a Amélia Pélaez. Durante los últimos años la filatelia cubana ha ganado prestigio internacional tanto por los eventos organizados en la isla, como por el alto valor de colecciones privadas y públicas que muestran, en su total coherencia, la historia del sello postal cubano.

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Hay algo que siempre llama la atención del visitante cuando pasea por las avenidas o las calles de la isla. Nadie, no importa de qué país venga, puede dejar de sorprenderse al contemplar lo que muchos ya han llamado el "Museo Rodante". Este museo, creado con total espontaneidad, ha sido el resultado del ingenio y la capacidad creativa del cubano. Autos de diferentes fábricas norteamericanas como la Ford, la General Motor y la Chrysler, principalmente de la década del 40 y el 50, pueden encontrarse doblando una esquina o detenidos ante un semáforo. Entre la gran variedad de autos que pueden encontrarse rodando por las calles se encuentran: Ford estándar, Ford de luxe, Mercury, Edstel, Cadillac convertible, Cadillac de luxe, Cadillac dorado, Buick de luxe, Chevrolet estándar, Chevrolet de luxe, Pontiac, Chrysler imperial, Chrysler de luxe y estándar, el de Soto, el Dodge, el Kaiser, el Henry J, el Houdson, el Oldsmobile y el Plymouth. Estos autos, que enumerados parecen una pequeña minoría, se encuentran excelentemente conservados y llegan a sumar casi el 10% de los autos actuales. Coleccionistas privados han llegado a la isla con el propósito de adquirir estos autos antiguos, fotógrafos reconocidos vienen en busca de material insólito para la composición de sus imagénes, prestigiosas cadenas de televisión han dedicado espacio para reportajes sobre la estupenda conservación de dichos autos por propietarios cubanos que han creado durante más de 30 años una ingeniería mecánica para la adaptación de piezas rusas a motores americanos.
El museo de autos antiguos, con un carácter más histórico y solemne, puede visitarse en la calle Oficios de La Habana Vieja.

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La obra que inmortalizara a Wifredo Lam, "La jungla", se pintó originalmente en papel craft de envolver. Wifredo Lam debe abandonar en Europa su residencia francesa ante el avance de las tropas nazis y regresar a Cuba. Ya desde París, el maestro Pablo Picasso lo estimulaba a desarrollar una expresión propia. Antes de llegar a la isla, Lam hace algunas escales caribeñas: en Haití, y en Martinica. En este momento tiene aprendido ya lo mejor de la lección surrealista, la apreciación europea de ciertas manifestaciones artísticas africanas y el ejercicio de las indagaciones plásticas. Y es en ese momento propicio cuando la realidad antillana, que llevaba durante casi dos décadas en la memoria, se hace cosa vívida. De 1942 es su obra definitoria: La jungla. Esta obra, que hoy se exhibe en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, Lam la pinto originalmente en papel craft de envolver, porque con palabras del propio artista "no tenía el dinero suficiente para comprar los lienzos." La jungla es una obra de magia y misterio, a la vez de denuncia; es el espíritu del monte. Aun cuando los artistas e intelectuales de Nueva York acogieron a Lam con gran simpatía y aprecio, el museo mostró poca comprensión de su obra. Cuando James Johnson Sweeney adquirió La Jungla para el MOMA, se suscitó un verdadero escándalo que por poco le cuesta a Sweeney el cargo de director del museo. En 1943 era inaudito que la obra de un americano que no fuera blanco entrara en la colección, puesto que la muestra se concebía –y percibía- en especial, como la formulación de una experiencia americana no blanca. Ese mismo año, Alejo Carpentier saluda a este cuadro como "una aportación trascendental al nuevo mundo de la pintura americana (...) Lam comenzó a crear su atmósfera por medio de figuras en que lo humano, la animal, lo vegetal, se mezclaban sin delimitaciones, animando un mundo de mitos primitivos, con algo ecuménicamente antillano, profundamente atado no sólo al suelo de Cuba, sino al de todo el rosario de la isla". Tan pronto como partió de Cuba hacia el continente, Wifredo Lam tuvo que enfrentarse a la discriminación racial en numerosas y humillantes formas: lo expulsaron de hoteles y estudios, le negaron la entrada a restaurantes y bares, y hasta en los establecimientos humildes adonde él iba con sus amigos pobres. Todo esto contribuyó a marginar a Wifredo Lam del grupo de artistas de Nueva York y, al morir Arshile Gorky en 1948, sintió que ya nada lo ataba a esa ciudad. En 1947, Wifredo Lam regresó a Europa, y de inmediato comenzó a cooperar estrechamente con los vanguardistas. El grupo de artistas daneses, holandeses y belgas acogió su obra con gran entusiasmo; en 1948 formaron el grupo COBRA. Los artistas de COBRA consideraron a Lam el "maestro", e incluso lo designaron embajador artístico de Cuba. La contribución de Wifredo Lam al arte contemporáneo aún no se puede medir con exactitud, aunque numerosos estudios de investigadores comienzan a situar al artista cubano como uno de los más influyentes en el desarrollo de la plástica americana en la segunda mitad de este siglo.

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El movimiento cultural del país se revela con una fuerza creadora, dinámica y social, que asume en toda su magnitud la tradición hispánica y africana para establecer una modernidad enriquecida con diversidad propia y universal. Por tal razón, resulta muy difícil establecer un compendio general de personalidades que abarque todas las manifestaciones de la cultura, y que posean un elevado mérito nacional e internacional. Tal número puede resultar asombroso.

La profundidad del pensamiento de un poeta del siglo XIX, marcó a toda la nación cubana futura. Considerado el Apóstol Nacional

Jose Martí (1853-1895): definió los principales rasgos éticos de nuestro pueblo, iluminó al movimiento lírico, apoyó incesantemente a la insurrección mambisa, estableció las ideas morales y cívicas más importantes de la nación. En la poesía fue uno de los iniciadores del modernismo (Ismaelillo, Versos sencillos, Versos libres); en prosa se distinguió en el género epistolar (Cartas a su madre, Cartas desde el exilio, Carta inconclusa a Manuel Mercado); en teatro (Abdala, Amor con amor se paga); en novela (Amistad funesta) y en diferentes ensayos dados en forma de discurso (Nuestra América, Pinos Nuevos, Madre América).

Alicia Alonso (1921): reconocida con el título de prima ballerina assoluta, funda en 1948 el Ballet Alicia Alonso, primera compañía profesional que existió en el país, renombrada después Ballet Nacional de Cuba. Toda su carrera artística se ha caracterizado por un enriquecimiento constante en las técnicas y valores expresivos del ballet, ubicando a Cuba entre las primeras escuelas más importantes del mundo. Es directora del Festival Internacional de Ballet de La Habana, que da cita a las más prestigiosas compañías y figuras del orbe. Bajo su tutela se han formado todos los primeros bailarines y coreógrafos.

Nicolas Guillen (1902-1989): considerado el Poeta Nacional, primer presidente de la Unión Nacional de Escritores y artistas de Cuba (UNEAC), reúne en su poesía los elementos de la cultura africana. Dejando importantes libros (Elegía a Jesús Menéndez, Motivos de Son, Tengo, Por el mar de las Antillas anda un barco de papel), y una vida comprometida con las aspiraciones revolucionarias, Guillén hace aportes muy importantes para la poesía moderna cubana. Elementos como la musicalidad, el ritmo, la indagación en las raíces del cubano, y otros elementos técnicos y formales, caracterizan la obra de uno de los poetas revolucionarios más imprescindible.

Silvio Rodríguez (1949): una de las voces con más prestigio dentro del movimiento de la Nueva Trova, se inicia con un estilo profundamente crítico de la realidad cubana. Todas sus composiciones gozan de un excelente contenido poético, que sorprende por el uso de recursos novedosos que dejan ver la presencia de la tradición trovera cubana. Sus principales discos se agotan en Cuba, América Latina y España. Llena estadios con asombrosa capacidad con cada uno de sus conciertos. En la década del 90 funda los estudios de grabación Abdala con el propósito de ayudar a las agrupaciones jóvenes de la isla. En 1995 recibe Disco de Oro por la popularidad de su CD Rodríguez (que integra una famosa trilogía).

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